domingo, 21 de agosto de 2011

Educar la voluntad y el carácter

Texto: Antonio Pérez Esclarín
De la comodidad, la flojera y la rutina no suele salir nada valioso o importante. De ahí la necesidad de educar el carácter y la voluntad, sobre todo en estos tiempos postmodernos, donde se nos va imponiendo la cultura de lo light (cervezas y refrescos light, salchichas light, pastas light, café descafeinado…) con el agravante de que las vidas terminan siendo también cada vez más light, sin coraje ni voluntad, hasta el punto en que ya muchos no se atreven a preguntarse lo que deben hacer, sino que terminan haciendo siempre y sólo lo que les provoca hacer.
La palabra voluntad procede del latín, voluntas, que significa querer. La voluntad tiene que ver con el esfuerzo, con la motivación, con el desear, querer o decidir. Cuando uno quiere de verdad algo, se esfuerza por conseguirlo, lucha, se sacrifica. De ahí que entendemos que una persona tiene voluntad cuando la vemos con coraje, con decisión, comprometida seriamente en alcanzar sus metas. Por lo contrario, cuando vemos a una persona sin empeño, incapaz de esforzarse, de superar sus vicios, de encarar sus problemas, decimos que le falta voluntad.
No educar la voluntad supone huir del esfuerzo y la superación personal y formar personas esclavas de sus apetencias y por ello objeto de la manipulación política y de la publicidad, las modas o las propagandas. Los grandes triunfos y logros en la vida suelen ser más fruto de la tenacidad, del esfuerzo de cada día, que de los dones naturales. Sin voluntad, sin esfuerzo, sin entusiasmo, nadie llega lejos ni logra metas importantes. Una voluntad recia no se consigue de la noche a la mañana. Aquí también, para lograr la musculatura de la voluntad se requiere mucha ejercitación.
En nuestro mundo permisivo de hoy, suena raro y hasta anticuado hablar de la educación del carácter y la voluntad. De hecho, numerosos padres se sacrifican para proporcionar a sus hijos una buena educación intelectual que, si está a su alcance, tratan de complementar con una serie de actividades extracurriculares (cursos de inglés, de música, de natación…). Además les proporcionan enseguida las computadoras último modelo y los aparatos electrónicos más sofisticados que les permiten ciertamente vivir superinformados y, por lo general, los sumergen en un mundo de trivialidades y chismes, pero no parecen preocuparse por la formación del temple, del carácter. De este modo, estamos levantando generaciones de niños y jóvenes caprichosos, superficiales, débiles interiormente, indefensos ante el futuro que les espera, que se convertirán pronto en hombres y mujeres sin principios firmes, manejados como veletas por la publicidad y las modas, incapaces de salir de sí mismos, incapaces en consecuencia de amar.

Es muy importante que padres y maestros, tan preocupados por el desarrollo intelectual de hijos y alumnos, entendamos que sirve de muy poco desarrollar la inteligencia sin formar la voluntad. De hecho, los alumnos verdaderamente inteligentes comprenden pronto que sin desarrollar la voluntad no lograrán nada importante en la vida y que, sin esfuerzo, no es posible lograr las metas que uno se propone. ¡Cuántas inteligencias brillantes han fracasado por carecer de voluntad!
Formar la voluntad supone esfuerzo, orden, constancia, disciplina. De ahí que la educación debe combatir esa cultura del mínimo esfuerzo, del dejar hacer y empezar a cultivar la exigencia, el vencimiento, el esfuerzo y la pasión por hacer las cosas cada vez mejor, en un clima alegre pero también marcado por un orden y una disciplina consensuados y cumplidos que permitan el aprendizaje, la superación y la formación de personas de carácter, capaces de superar su egoísmo y levantarse de su flojera y comodidad.
De hecho, no superaremos el fracaso escolar ni el fracaso en la vida si no sembramos la cultura de la responsabilidad, del trabajo bien hecho, del vencimiento. Niños y jóvenes deben comprender que estudiar y formarse supone esfuerzo, dedicar tiempo, salir de la pasividad, dejar de hacer otras cosas que parecen más placenteras.

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