miércoles, 12 de octubre de 2011

12 de octubre

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Texto: Antonio Pérez Esclarín

Se acerca una nueva celebración del 12 de Octubre, fecha propicia para un análisis objetivo sobre la situación real de nuestros indígenas. Pero mucho me temo que todo se reduzca a algunos discursos retóricos, inflados de lugares comunes, y algunas celebraciones folklóricas.
Porque, ¿qué cosas han cambiado realmente desde que el día 12 de octubre fuera declarado Día de la Resistencia Indígena y de que fueran derribadas las estatuas de Colón? Por supuesto, los calendarios , almanaques y libros de texto han desterrado el Día de la Raza, aunque no siempre nos quedó claro de qué raza se trataba, pues los afrodescendientes no se sentían incluidos en esta conmemoración y menos en la de la resistencia indígena.

¿Por qué no convertir este día en una oportunidad para una reflexión desprejuiciada, para un análisis objetivo de si las nuevas políticas indigenistas están contribuyendo de verdad a la necesaria redención de los actuales indígenas, y qué debemos hacer todos para ello?

Cuando yo veo el rancherío de yuckpas en los alrededores del Hospital General del Sur en Maracaibo, o los veo mendigando en los semáforos e incluso atravesando unos palos en la carretera para obligar a los carros a detenerse y que les den alguna limosna, me pregunto con dolor por la eficacia de esas políticas.

Todos conocemos también las humillantes requisas a las que, con frecuencia, son sometidas las mujeres guajiras por los cuerpos policiales y militares. La visión de los panares de Caicara y Ciudad Bolívar arruga el corazón.

Hace unos pocos meses estuve por el Estado Amazonas y tuve la oportunidad de visitar diversos pueblos y caseríos indígenas. Y me dio una enorme tristeza el ver cómo la política está acabando con la unión de las comunidades, hasta el punto en que las viviendas están pintadas de rojo, si son chavistas, o de azul si son de Patria para Todos. Incluso en un poblado pude ver que había dos tanques de agua, uno hecho por el Gobierno nacional y el otro hecho por el Gobierno regional, por supuesto también pintados con sus respectivos colores, donde la gente se surte de agua del tanque de su filiación política.

¿Acaso esta triste realidad no contradice todo ese discurso que nos presenta a los indígenas como viviendo en una especie de comunidad perfecta?

No se trata tampoco de negar el terrible proceso de conquista y colonización del llamado Nuevo Mundo por parte de los europeos, no sólo españoles, que diezmó en unos pocos años a las poblaciones indígenas.

Pero tampoco podemos inventar una historia idílica e ignorar la realidad de permanentes enfrentamientos entre los diferentes grupos indígenas a la llegada de los conquistadores. ¿Cómo ignorar que el famoso grito de los caribes “Ana karinarote” se traduce como “sólo nosotros somos gente”, pues eran tan altivos que miraban al resto como esclavos: “ Amukon paparoro itoto nanto: Todas las demás gentes son esclavos nuestros”? ¿Acaso podemos olvidar que los wayúu, de origen arawako, terminaron refugiándose en la tierra dura y desértica de La Guajira empujados por la belicosidad de los caribes?

Según el antropólogo Daniel Barandiarán está por estudiarse el papel de un estamento de indios del Caribe que se convirtió a lo largo de 130 años en el mayor traficante de esclavos indios para los mercados franco-holandeses del Mar Caribe. Por ello, el respeto a los indígenas y su defensa nos debe llevar a denunciar todo tipo de abuso, venga de donde venga, el de antes y los de ahora; exige también que seamos objetivos y que evitemos todo tipo de idealizaciones ingenuas y falsas.

Sin duda que habrá también quienes, en este día, satanizarán a los misioneros y su obra, olvidando que la mayoría de los datos históricos y culturales que conocemos de los indígenas se los debemos a ellos, y que incluso algunos grupos han sobrevivido por la tenaz defensa de los misioneros.

Muchos de los indígenas que han logrado títulos universitarios comenzaron a estudiar en escuelas de misioneros. Si hubo en tiempos de la colonia un Padre Bartolomé de Las Casas, siempre ha habido y sigue habiendo otros muchos que han entregado sus vidas en servicio y defensa de los indígenas. Y no es justo callarlo.

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