Texto: Antonio Pérez Esclarín
No sé si ustedes conocen el Instituto Universitario de Fe y Alegría en San Francisco: Salones amplios, aire acondicionado, laboratorios muy bien dotados, zonas verdes, amplias canchas deportivas, jardines, paredes y mobiliario muy bien cuidados, y un ambiente amigable, cercano, donde se respira la creatividad, el entusiasmo, el compromiso, en definitiva, la genuina calidad.
Uno desearía que todos los institutos educativos del país fueran así, sobre todo los que atienden a las poblaciones más pobres y vulnerables, como es el caso de este Instituto y de los otros cuatro de Fe y Alegría, que desde 1998 viene incursionando con fuerza en la educación popular universitaria de calidad. ¿Se imaginan ustedes cuánto pagan los estudiantes cuando no son exonerados del todo? ¡20 bolívares al mes!
Conviene recordar que para Fe y Alegría, la educación popular no sólo implica una opción exclusiva por los más pobres y excluidos, sino que exige la gestación de una propuesta educativa alternativa que los haga sujetos de vida digna y de ciudadanía responsable.
La educación popular surge de la vida del mismo pueblo, de sus valores y experiencias, de sus expresiones culturales y de su capacidad de lucha y resistencia. Se orienta, en definitiva, a formar personas solidarias y ciudadanos responsables, capaces de imaginar un mundo distinto y de comprometerse en su construcción.
Es una educación, como la postulaba Paulo Freire, que defiende la vocación histórica de cada hombre y de cada mujer como artífices de futuro, el valor humano y cristiano de la utopía, que impulsa a salir de la mediocridad y a buscar formas de vida cada vez más humanas para todos.
En definitiva, Fe y Alegría concibe la Educación Popular como una propuesta ética, política y pedagógica para transformar la sociedad, de modo que los pobres y excluidos se conviertan en sujetos de poder y actores de su vida y de un proyecto humanizador de sociedad y de nación.
Este proyecto hoy lo visualiza Fe y Alegría como una democracia participativa y social, sin excluidos ni perdedores, en la que se respeten la diversidad y las diferencias, capaz de garantizar a todos el disfrute de los bienes y servicios esenciales y el pleno ejercicio de la ciudadanía.
Por ello, el instituto Universitario de Fe y Alegría en San Francisco, junto a la buena capacitación profesional, privilegia la formación ética y ciudadana de sus alumnos y los inserta en sus comunidades como agentes de promoción y dignificación.
No en vano, el Instituto, más allá de sus programas formales en las carreras de educación inicial y educación integral, contaduría, electrónica, electrotenia e informática, ejecuta en estos momentos 50 proyectos comunitarios que van desde la formación a los consejos comunales, la capacitación laboral a las comunidades, el apoyo a la formación tecnológica a los liceístas de la zona, el acompañamiento pedagógico a las escuelas del entorno, la realización de actividades culturales y deportivas y hasta brinda apoyo en la revisión y arreglo de diversas instalaciones eléctricas a instituciones de la comunidad.
Algo semejante o incluso más destacable en otros aspectos podríamos decir de los otros institutos universitarios de Fe y Alegría en Catia y Petare (Caracas), Barquisimeto y Guanarito (Edo. Portuguesa). Por ello, sus 7.000 estudiantes, sus familias, las comunidades cercanas y los numerosos amigos de Fe y Alegría no pueden entender cómo el Ministerio de Educación Popular Universitaria les sigue asignando la misma subvención que en el año 2007 (17 millones), sin importar el crecimiento ni la inflación.
Por ello, los profesores solo reciben una asignación casi simbólica de 15 bolívares por hora y el presupuesto del 2011 solo ha alcanzado para cubrir los ocho primeros meses del año.
En la actualidad, los 5 institutos siguen funcionando sin recursos, pues la palabra cierre no ha entrado nunca en los labios de Fe y Alegría, siempre capaz de crecerse en las dificultades, y esperan en actitud militante y esperanzada que el Estado considerará de una vez a Fe y Alegría como su aguerrida aliada en proporcionar educación de calidad a los más pobres y, en consecuencia, atenderá sus exigencias presupuestarias.
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