La maestra Toñita
Escrito por Eudes José
Blanco Prieto
María Antonia Dávila
Ramírez, "La maestra Toñita", hay que destacar que nace esta mujer en
Caravanchel, aldea de Mesa Bolívar. Sus padres Román Dávila y Matías Ramírez,
provenientes de la ciudad de Mérida, inmigraron y se establecieron en dicho
sector y se dedicaron a las actividades agrícolas en una pequeña finca. Su
infancia transcurre en esta comunidad donde cursa la educación primaria y
alcanza el sexto grado.
Muy joven se establece en El
Vigía y comienza a trabajar como portera en los cines de El Vigía, haciéndose
muy popular en el cine Los Andes, sobre todo con los muchachos quienes se le
"coleaban", ante su mirada complaciente. La evocación del profesor
Guillermo Briceño sobre ella en esta labor, es el de una mujer muy flexible y
cariñosa con todo el mundo, pero especial con los niños, quienes le llevaban
caramelos y regalos, con la intención de que los dejara "pasar" a ver
las películas.
En julio de 1954, empieza a
dar clases en su propia casa, ubicada en la avenida 16 (cerca en donde hoy se
encuentra ferretería La Lucha). Inicia su actividad con ocho alumnos, cobraba
Bs. 0,25 (medio), diariamente por cada uno de ellos y Bs. 1,50 semanal. Ella
complementaba la labor de los docentes, es decir, que atendía a los niños en
sus ratos libres o para fortalecer lo enseñado en las instituciones de
educación pública, algo muy parecido a las actuales "tareas dirigidas".
Pero posteriormente empezó a atender niños que estaban excluidos en el sistema
educativo. Muchas veces atendía niños que por sus condiciones económicas no
tenían como cancelarle, había en ello sin lugar a dudas una labor social sin
ningún interés lucrativo.
Al no tener una formación
académica pedagógica formal, ya que solo contaba con el sexto grado, no posee
acreditación como docente, por ello es atacada por algunos profesionales de la
educación, que veían invadido su espacio profesional, situación que es subsanada
cuando con la responsabilidad puesta en su labor, hace que su escuelita sea
reconocida por el sector oficial y deba presentar información frecuente al
supervisor escolar del momento, actividad que dio inicio el profesor Rafael
Uzcátegui.
En su actividad de 27 años
como maestra privada (finalizada en 1981), Toñita alcanzó un nivel de prestigio
indiscutible, la calidad del producto educativo del alumno "egresado"
de su escuela, se pone en evidencia cuando eran acreditados por las escuelas
oficiales a través de pruebas de ubicación, muchas veces estos alumnos fueron
colocados en un grado mayor por el que optaban, por el alto nivel de
conocimiento que poseían.
Para el profesor Delibrando
Varela, cronista del municipio Toñita: "...dejó huella de educación,
independientemente que no tuvo conocimiento sistematizado de una escuela normal
o un instituto pedagógico, pero lo hizo con cariño con amor, eso tiene su valor
extraordinario". Con el aprecio y reconocimiento de una ciudad de la cual
fue constructora como muchos hombres y mujeres provenientes de otras latitudes,
muere el 17 de mayo de 2002.
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