j.g. guerrero lobo*
A noventa años de la publicación de Tirano Banderas, Novela de tierra
caliente, de Don Ramón del Valle-Inclán
(Vilanova de Arousa, 28 de octubre de 1866 – Santiago de Compostela, 5 de enero
de 1936), creador del esperpento histórico, incidió, en barroco lenguaje de
integración americanista con Tirano Banderas, publicada en 1926, tema del
caudillo criollo, a veces llamado monstruo, tirano otros, las más, por
eufemismos, dictador.
Valle-Inclan, había
viajado en 1892 a México, influyó mucho menos el llamado “desastre del 89”, fue
testigo excepcional de dos acontecimientos: la primera guerra mundial, que
vivió directamente en el frente Verdún,
en calidad de comisionado por la agencia
Prensa Latina y el periódico El Imparcial, y la consolidación institucional de
la Revolución mexicana que tanto le impresionó.
En 1921 viaja por segunda vez a México, como huésped de
honor del General Álvaro Obregón, como periodista-escritor siguió de cerca la
Revolución soviética, ello influencio en el nuevo rumbo en su trayectoria
literaria adquirido entre 1917, fecha de publicación La media noche. Visión
estelar un momento de la guerra, y 1924, año de la versión definitiva de su
esperpento Luces de bohemia. Justificar este quiebre de comparación entre la
República imaginaria de Santísima Trinidad de Tierra Firme en Tirano Banderas,
novela publicada en 1926, que Don Ramón escribe bajo la égida del dictador
Miguel Primo de Rivera y Orbaneja y en la que gachupines son cómplices abyectos
de la tiranía y el México de la Sonata y estilo, publicada en 1903, en donde el
marqués de Brandomín (Embajador) llega
imbuido de sueños imperiales, recordando a Hernán Cortés.
Tirano Banderas, es un modelo de construcción narrativa
fundamental con riqueza poética profundamente innovadora que se basa en la
reducción temporal -“la angostura del tiempo” como lo denomina su autor-, el
fragmentarismo de la acción, articulada
a modo de secuencia o “estampitas”, ello
le permite narrar acontecimientos simultáneos y le da supraindividual. El
título es engañoso, el no solo pinta a un tirano individual, denuncia la degradación de las personas por la
tiranía y concibe una República imaginaria, la de Santísima Trinidad de Tierra
Firme, que en quintaesencia de la America
hispana donde concurren tres castas, cada una representada por tres individuos. Los insurgentes son
criollos; Filomena Cuevas, el doctor Sánchez Ocaña y Roque Cepeda en quien
Valle-Inclán expresa su admiración por el
personaje histórico de Francisco Madero. Frente a ellos, los despreciables
cachupines: el Embajador de España, el ricachon don Celes y el usurero
Peredita. Y son indios, el revolucionario Zacarías el Cruzado, “el duro castigo
del chicote” en palabras del mismo Valle-Inclan a Martínez Sierra, y Santos
Bandera, con rasgos no sólo autóctonos
sino, como el novelista reveló en una carta a Alfonso Reyes, del doctor
Francia, de Rosas, de Melgarejo, de López y Porfirio Díaz contra el que lucho
Madero.
Filomena Cuevas, criolla ranchera, había dispuesto para
aquella noche armas a sus peones con los fusiles ocultos en una manigual, y las
glebas de indios, en difusas líneas,
avanzaban sobre el estero de Ticomaipú,
luna clara, nocturnos horizontes profundos
susurros y ecos.
Desde mediados del siglo pasado encontramos novelas o
relatos novelados en los cuales el
aliento que las anima es el odio a la tiranía o al sátrapa que la ejerce.
Amalia, editada en Montevideo 1881, de José Mármol, quien nació el 2 de
diciembre 1817 en Buenos Aires y
fallecido en 1871, enfrentado al dictador Manuel de Rosas, pasó en la cárcel
varios meses en 1839. La novela fue un alegato antiterrorista en contra del
Gobierno de José Manuel de Rosas. En
1904, en Nostromo, considerada como la obra cumbre Joseph Conrad, en
1909 aparece en Caracas la novela
titulada El Cabito, su autor, Pedro María Morantes, la firma con el
seudónimo de Pío Gil, El guatemalteco,
Miguel Ángel Asturias, con El Señor Presidente, Arturo Uslar Pietri dice: “yo
asistí al nacimiento de este libro, Viví sumergido de la irreparable atmósfera de su condensación. Entré, en
muchas formas, dentro del delirio mágico que le dio forma cambiante y
alucinatorio. Lo vi pasar, por fragmentos, de la conversación al recitativo, al
encantamiento y a la escritura. Formó parte irreal de una realidad en la que
viví por años sin saber muy bien por dónde navegaba”, la condensada de este
ambiente de círculo infernal, toda la ciega y fatal máquina de terror esta
vista desde afuera. Jorge Zalamea, con El Gran Batundún-Burundá, el cubano
Alejo Carpentier, con El recurso del
Método, paraguayo Augusto Roa Basto, con Yo el Supremo. Rufino Blanco Fombona
La Mitra de la mano, en 1927 y La bella y la fiera en 1931, José Rafael Pocaterra da a conocer Memorias
de un venezolano de la decadencia, Gerardo Gallegos publica El puño del amo, en
1939, Fiebre de Miguel Otero Silva, aparece Mi Compadre en 1934, del escritor
Fernando Gonzáles, Rafael Requena publica
Vestigios de la Atlántida, y Manuel Bedoya, La garra roja y Tirano
Bebevidas, contra Sánchez Serra y el General Oscar R. Benavides, ambos
dictadores del Perú, César Falcón publica El buen vecino Sanabria 1947, Gabriel García Márquez, con El Otoño del Patriarca, No oficio de Tinieblas de Camilo José Cela,
Arturo Uslar Pietri con Oficio de
Difuntos sobre Juan Vicente Gómez, La Fiesta del Chivo 2000 de Mario Vargas
Llosa, Gómez el amo del poder, 1975, Domingo Alberto Rangel, uno de los últimos
libros Dictador , Anatomía de la Tiranía 2008, de Ramón Guillermo Aveledo.
Tirano banderas salió a la ventana, blandiendo el puñal, y
cayó acribillado. Su cabeza, befada por sentencia, estuvo tres días puesta
sobre un cadalso con hopas amarillas, en plaza de armas: El mismo auto mandaba
hacer cuatro troncos y repartirlos en la frontera, de mar a mar. Zamalpoa y
Nueva Cartagena, Puerto Colorado y Santa Rosa del Titipay, fueron las ciudades
agraciadas.
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