Por: DAVID MARCIAL PÉREZ, El Pais.com
Era el 15 de abril de 1957 y el viejo bombardero de la II Guerra Mundial reconvertido en carguero de pescado terminaría estrellándose contra un poste de la luz. Los peces se desparramaron por el patio de una casa y entre los hierros y el fuego también murieron el piloto, el mecánico, una joven que estaba tendiendo la ropa en el patio y el copiloto de la avioneta: Pedro Infante Cruz, cantante famosísimo, estrella de cine y piloto amateur con 3.000 horas de vuelo antes del estrambótico accidente en Mérida.
A los 39 años, tres viudas oficiales, seis hijos, con dinero pero sin una cana en su pelo tizón ni una arruga en su piel criolla, había muerto –en palabras del cronista Carlos Monsiváis– el ídolo, el novio ideal, el Querido Amigo, el pariente, El Mexicano-que-nunca-va-a-dejar-de-serlo.
Al entierro llegan más de 2.000 coches cargando flores, rumores de suicidios de jóvenes desconsoladas, heridos por cargas policiales entre el más de un millón de personas que desbordan el Panteón Jardín de Ciudad de México. El pueblo llora y vuelve a cantar sus rancheras. Amorcito corazón / Yo quiero ser un solo ser / Y estar contigo. El pueblo vuelve a recordar sus películas. Otra vez Monsiváis: él era y seguirá siendo a todo dar, francote, sencillote, siempre dispuesto a un saludo, querendón, sonriente, enamorado.
Fue el actor y cantante mexicano más famoso y publicitado de la Época de Oro del Cine Mexicano; considerado ídolo nacional y uno de los más grandes representantes de la música ranchera. A partir de 1939 apareció en más de 60 películas, y desde 1943 grabó aproximadamente 350 canciones.
Por su actuación en la película Tizoc, fue acreedor al Oso de Plata del Festival Internacional de Cine de Berlín al mejor actor principal y premio Globo de Oro a la mejor película extranjera, otorgado por la prensa extranjera acreditada en Hollywood. Murió el 15 de abril de 1957 en Mérida, Yucatán, durante un vuelo que pilotaba e iba la Ciudad de México.
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